lunes, 29 de octubre de 2007

Hegemonía cultural


El texto adquiere sentido en el contexto, de modo que el cambio de contexto puede mutar la semántica del texto. El discurso cultural predominante es el contexto de las ideas vertidas en el espacio social, de modo que las ideas contrarias a la cultura contextual, además de políticamente incorrectas, pueden llegar a ser, simplemente, extravagantes. La extravagancia, en su sentido jurídico originario, aludía a las constituciones pontificias que recogidas y puestas al final del cuerpo del derecho canónico. Era, pues, una mera denominación referencial (“lo que está fuera de”), que recuerda, analógicamente al sentido inicial del término metafísica, relativo a los tratados aristotélicos que fueron editados después de los de la Física del Estagirita.

La cultura, entendida ideológicamente –al modo en que el marxismo lo hace- es el marco de inclusión de los afines y exclusión de los enemigos –no meramente adversarios- políticos. La creación del contexto cultural florece con la articulación del glosario del buen ciudadano, que manipula los términos para controlar la semántica del pensamiento, y, en última instancia, los sentimientos y comportamientos de las personas. Ya no existen el bien ni el mal, sino la corrección y la incorrección cultural, lo in y out, lo progresista y lo reaccionario.

Se comienza por saturar el espacio público –especialmente a través de los medios de comunicación cercanos- de mensajes plagados de la nueva jerga (“género” en lugar de “sexo”; “interrupción voluntaria del embarazo” en vez de “aborto”; u “homofobia”, y no meramente “oposición a la apología de la homosexualidad”, por citar algunos ejemplos) que introducen la familiaridad sonora en los oídos de los que comparten –o no- dichas tesis, incluidos los que quizás carecen de opinión formada al respecto.

Se genera de este modo, el caldo de cultivo en el que, tras el trabajo de los sentidos especialmente del oído –apelando constantemente a la normalidad de las situaciones propugnadas y la incesante reivindicación y constatación de la anormalidad de las ideológicamente indeseables-, y la vista –denuncia social televisiva de las injusticias generadas por las ideas reaccionarias-, allanan el terreno del pensamiento racional, que, si no opone resistencia crítica, puede llegar a acomodar sus esquemas a tales invasiones cerebrales.

Creado el contexto cultural, el mero uso recto de las palabras parece vacío de contenido, sin sentido, e incluso retrógrado. El lenguaje de la verdad y el bien parece situarse en el pasado, ya dejado atrás tras la refundación de la nueva Academia de la Lengua, otrora monárquica, ya republicana. Se consuma, así el totalitarismo ideológico tan frecuente en estos tiempos, que al controlar el lenguaje, crea el contexto cultural, y excluye ab initio cualquier mensaje contracorrentista. Es la gran ventaja de la izquierda cultural, que en su radicalidad, niega la igualdad de oportunidades argumentativas de toda disidencia, mediante el auto-otorgamiento del gran comodín: ella marca las reglas y el campo de juego, y se erige en juez y parte del discurso cultural en un espacio público contaminado por una insoportable parcialidad.

domingo, 12 de agosto de 2007

Guía de autoayuda para ateos

“Una guía de autoayuda para ateos”: así describe Phillip Elias el libro de Richard Dawkins, El espejismo de Dios (Espasa-Calpe. Madrid, 2007, 480 pp). En guerra contra la religión, los nuevos cruzados ateos de la ciencia ridiculizan o minimizan la importancia trascendental que en la Historia de la Humanidad ha poseído innegablemente Dios y la religión. Cuando no se apela a la mentira, se utiliza sofísticamente el razonamiento con apariencia científica, se juega de forma malabar con las palabras sembrando la duda, o simplonamente, se ridiculiza o mofa la creencia, a la que se expulsa arbitrariamente del “verdadero” conocimiento humano. La epistemología de los nuevos dioses del conocimiento, que niegan validez gnoseológica a la metafísica, es presentada como la única posible en una sociedad avanzada. La ignorancia filosófica de estos sesudos es abominable, perversa y profundamente imprudente. Su osadía deja a un lado 25 siglos de pensamiento occidental, el único que ha sentado las bases del verdadero conocimiento profundo de la realidad, del cosmos, del hombre y de su dignidad. Quizás para ellos, Platón, Aristóteles, Agustín de Hipona, Orígenes, o cualquiera de las luces que aún nos iluminan en el mediocre entorno en el que hemos de pringarnos, estuvieron en una perpetua minoridad intelectual que, gracias a la emancipación atea de la que son apóstoles, está siendo felizmente superada. El olvido del Redentor, hace que surjan como setas, nuevos redentores que profetizan la muerte de Dios o la imposibilidad de su existencia. El paso del tiempo hará de ellos y sus obras simple polvo del que nadie tome recuerdo alguno.

lunes, 16 de julio de 2007

Educación para la masonería

La asignatura de Educación para la ciudadanía, nacida del think tank de la Universidad Carlos III, con Peces Barba al frente, y secundado por la Fundación CIVES, presidida por un diputado del PSOE, no son más que una acción ideológica promovida por la Masonería en España. Todos los agentes participantes en el proyecto son o simpatizan con las propuestas masónicas basadas en el relativismo historicista. Al respecto, es tremendamente clarificador el libro de Manuel Guerra titulado "La trama masónica", de la editorial STYRIA. una reciente, detallada y seria investigación sobre un fenómeno omnipresente en la vida pública mundial. Es, en realidad, la instancia esencial de configuración de la opinión pública planetaria. Se ha puesto de manifiesto (Ricardo de la Cierva, “ZP: tres años de gobierno masónico”, editorial FÉNIX) de manera explícita tal vinculacion entre masonería y Educación para la ciudadanía muy recientemente:
Es sospechosa la actitud de la editorial SM y su connivencia con el poder político actual, por otro lado, explicable a la luz de una posible vinculación de algunos de sus directivos con la Masonería. Según De la Cierva, el marianista y director general de la editorial SM, fundador y miembro de su proyecto pedagógico, el P. Javier Cortés, participó el pasado 8 de junio de la jornada ‘Masonería y Siglo XXI’ organizada por Logia Miguel Servet de Zaragoza".

Es altamente recomendable tomar conciencia de la influencia de la masonería -especialmente de la llamada "irregular", "latina", o "francesa"- en España. Como botón de muestra de su poder, baste decir que forzó al rey Alfonso XIII a exiliarse en 1931 por no aceptar su "invitación" a participar en ella. Actualmente es reconocida la presencia de la Masonería en el PSOE y ERC, en el gobierno (no menos de 3 ministros son masones) y en numerosas instituciones (incluida la Iglesia Católica, a pesar de estar expresamente prohibido por ésta). Se conoce la pertenencia masónica, por ejemplo, de la vicepresidenta del Gobierno María Teresa Fernández de la Vega, del ex-ministro de Defensa José Bono, y del ex-director general de la Guardia Civil, Carlos Gómez Arruche (los dos últimos pertenecen a la Orden Martinista Sinárquica).

En el Parlamento Europeo (foco de anticatolicismo militante) existe entre el 60-70% de diputados masones (la mayoría adscritos al socialismo) -según Josep Corominas, Gran Maestro de la Gran Logia de España (GLE) hasta marzo del 2006-. Se entiende las resoluciones y recomendaciones de esta instancia europea que promueven valores laicistas y relativistas, y su profundo rechazo de la actitud de Polonia -bastión europeo del cristianismo activo-. No olvidemos, tampoco la pretensión de que en el proyecto non nato de Constitución europea, se negara rotundamente a que apareciera mención alguna a las raíces cristianas de Europa: el masón grado 33,
Valéry Giscard d'Estaing, fue el presidente de la Convención para la redacción de dicho texto.

Sería un acto de justicia y una necesidad para el bien común que se destaparan públicamente las pertenencias de autoridades y funcionarios con estas sociedades secretas -no solamente discretas, como dicen-, siguiendo los pasos dados por el
gobierno de Tony Blair, que impulsó un movimiento que reclama la obligación de los masones a declarar su pertenencia a la masonería, sobre todo si son funcionarios del Estado, especialmente en la judicatura y en la policía. Más de 1.400 jueces contestaron afirmativamente....

Existen dos informes del Comité de Asuntos Internos de la Cámara de los Comunes: el primero titulado
Freemasonry in the Police and the Judiciary fue publicado en marzo de 1997. La conclusión de dicho informe fue la de "recomendar que los policías, magistrados, jueces, fiscales fueran obligados a dar a conocer su pertenencia a cualquier sociedad secreta y que dicho registro fuera dado a conocer públicamente". Puede consultarse este primer informe en:

http://www.publications.parliament.uk/pa/cm199798/cmselect/cmhaff/577s1/has103.htm

El segundo de los informes, de 26 de Mayo de 1999 se titula
Francmasonería en la vida pública, el número de jueces y magistrados masones podría llegar al 20%, el de fiscales podría ser de hasta el 48%. En todo caso, ante el silencio de muchos de los masones que no se han declarado tal ante el requerimiento gubernamental, la Comisión recomienda al Gobierno "acelerar el proceso para establecer la condición masónica de los miembros de la Policía y otras instancias del sistema judicial penal, fijando un plazo para que así se declaren". Por último, recomienda la completa publicación de la información, tanto de los que se declaran masones como de los que no, sin que permita a estos últimos evitar la publicidad pr el hecho de no querer cooperar."

El segundo informe se puede consultar en:

http://www.parliament.the-stationery-office.co.uk/pa/cm199899/cmselect/cmhaff/467/46703.htm

En el apartado 32 de sus Conclusiones menciona el "obsesivo secretismo" masónico como parte del problema. Considera igualmente que no cabe ampararse en el derecho a la vida privada para evitar realizar tal declaración, en el caso de los funcionarios públicos, dado que se trata de evitar el conflicto de intereses.

¿Es el poder judicial tan imparcial como se le podría exigir en España, o existen vínculos masónicos personales con otras instancias del poder, especialmente del ejecutivo?

Es imperativo para la transparencia en la vida pública de España que una medida similar se adopte respecto de todos los funcionarios del Estado y el personal laboral al servicio del mismo, no solamente en el ámbito judicial, sino en todas las áreas de la gestión pública, municipal, autonómica o nacional.



domingo, 13 de mayo de 2007

Euro(di)visión 2007

Indignante espectáculo de vecindad política y lobbysmo rosa, en el que la música ha sido secuestrada por el afán de poder. Una verdadera convención gay que descaradamente hace ostentación de su condición para lograr la “naturalidad” de lo que se aparta de la naturaleza. Se puede engañar a una sociedad, pero no a la naturaleza, que siempre gana la partida. La manipulación del festival para lograr el prestigio social de la homosexualidad es un caso que se estudiará en las Universidades.

miércoles, 9 de mayo de 2007

El poder tapa sus escándalos

Resulta inaudita la desfachatez con la que en España ciertos políticos e instituciones mezclan el interés público y su ánimo de lucro. El uso interesado del poder público, de los mecanismos y las instituciones del Estado está llegando a límites similares a los de los mejores tiempos del felipismo. Los escándalos se suceden y el asalto al poder de las empresas importantes de España para colocar a los afines no cesa. Pero el imperio mediático-prisáico acompaña y el propio gobierno se ha convertido en provocador de noticias que interesadamente se desencadenan cuando se trata de aminorar el impacto de sus tropelías y desvergüenzas. Detenciones nocturnas de personajes famosos, operaciones malayas –surgirán las indonesias, indias y del África subtropical-, afinsas, presuntos delitos –que luego los tribunales desmienten- urbanísticos, detenciones ilegales de ciudadanos del partido de la oposición… ¡Qué afán tan desmedido de poder! ¡Qué poco interés en la verdad!

lunes, 30 de abril de 2007

Ciencia y personalidad jurídica civil

El Código civil español fue aprobado en 1889, cuando aún no existía una ciencia de la genética humana, ni microscopio electrónico ni posibilidad de conocer la realidad del ser humano más allá de lo perceptible.

Como el propio Código civil afirma en su artículo 3 (1), las normas se interpretarán teniendo en cuenta la realidad social del tiempo en que han de ser aplicadas, atendiendo fundamentalmente al espíritu y finalidad de aquellas. La realidad social es, tanto el contexto ético-social como el científico-técnico.

En 1889, siguiendo los criterios de percepción de los sentidos externos, se consideraba que el nacimiento determinaba la personalidad civil (art. 29), considerándose nacido, a efectos civiles, el feto que tuviere figura humana y viviere veinticuatro horas enteramente desprendido del seno materno (art. 30). Algo quizás sostenible en 1889, pero cuyo sostenimiento resulta del todo escandaloso a la luz del conocimiento científico, especialmente de la genética contemporánea.

Resulta un acto de justicia, demorado solamente por cuestiones ideológicas, reformar el Código civil incorporando el saber científico que considera que desde el mismo momento de la concepción, en nuevo ser humano tiene un patrimonio genético plenamente humano e individualizado (posee plena alteridad respecto de la madre) y distinto al del resto de seres humanos. Será el mismo que poseerá hasta el momento de su muerte.

Esta incontestable realidad deja en evidencia cualquier intento obstruccionista de ciertas ideologías que ven en la disposición de la vida ajena un acto de poder irrenunciable, en una falsa emancipación de la mujer, cuyos daños psicológicos y morales son tantas veces ocultados, tras abortos que esconden traumas que durarán de por vida.

Es una realidad potencial que la técnica permita la fabricación de úteros artificiales. La única forma de evitar la deshumanización del ser humano y su manipulación por el poder político, consiste en blindar su condición humana desde su concepción, y protegerlo no solamente mediante la fictio iuris de entender que el nasciturus se reputará nacido para todos los efectos que le sean favorables (que ha sido completamente contrariada por el poder político en España); es necesario dar un paso más, decisivo, valiente y que responde a las exigencias de la realidad del hombre y de los retos que pesan sobre él. El Código civil, si respondiera a los retos del siglo XXI, debería, simplemente, decir:

“La concepción determina la personalidad.”

No es un brindis al sol. Existen textos nacionales e internacionales que acogen esta tesis. Cito, por ejemplo, el Pacto de San José de Costa Rica de 1969 (también llamada Convención Interamericana de Derechos Humanos), cuyo art. 4 (1) afirma: “Toda persona tiene derecho a que se respete su vida. Este derecho estará protegido por la ley y, en general, a partir del momento de la concepción. Nadie puede ser privado de la vida arbitrariamente."

Los Contrarreaccionarios

Acaba de publicarse en Francia Les contre-réactionnaires. Le progressisme entre illusion et imposture (Denöel, París, 2007), un ensayo de peso (623 páginas) del prolífico historiador de las ideas, filósofo y politólogo Pierre-André Taguieff, conocido por sus más de 20 obras -como Prêcheurs de haine, La force du préjugé, L'Effacement de l'avenir-, y por ser director de investigación del prestigioso Centre National de la Recherche Scientifique. Adelanto algunas de sus más que convincentes -por evidentes- tesis: un nuevo terrorismo intelectual se ejerce hoy en nombre del antifascismo, una variante del progresismo, en el que el objetivo de la emancipación ha sido sustituido por la práctica de la denuncia. Como el antifascismo ya no tiene verdaderos fascismos que combatir, las campañas de delación han sustituido a las luchas por la liberación. Ya no pretenden crear un hombre nuevo o cambiar la existencia humana; solo tienen como ambición cortar el paso a la "reacción" o "barbarie", en el que el nuevo nombre es Estados Unidos, con su "imperialismo" y su "liberalismo salvaje". En definitiva, una nueva modalidad de conformismo.
El progresismo pretendía una auténtica emancipación pero se ha convertido en coartada perfecta de proyectos en ocasiones criminales. La utopía futurista y científica del siglo XIX del paraíso en la tierra, irreal e impracticable, ha falsificado la realidad del hombre y de su estar en este mundo, y ha servido de justificación para salvajes totalitarismos como el estalinista.
Libro sumamente recomendable. Esperamos que pronto sea traducido a nuestra lengua.

Razón y sabiduría

Filosofía, tarea ingente a la que los mejores cerebros y almas de nuestra Humanidad han dedicado esfuerzos y pasiones. Amor a la sabiduría, no solo razón analítica, uso técnico de la razón, sino apuesta íntegra del hombre por la búsqueda de la verdad que parece estar oculta más allá de nuestros sentidos, de nuestras cotidianas vivencias, de las palabras que escuchamos y pronunciamos. Verdad, siempre cercana, pero en su radicalidad más oculta y esquiva.

Veinticinco siglos no parecen haber bastado a tantas mentes bienpensantes que han traicionado el ideal de la búsqueda apasionada de la verdad. “¿Qué es la verdad?” se preguntan, como cómodos pilatos de la vida burguesa, bien aderezada por la fama mediática que no regatea prebendas a los que siguen el guión del poder. Han dejado atrás la filosofía, renunciando al amor a la sabiduría y se han convertido en sirvientes del poder y cómplices de la hipnosis ética colectiva que ha llegado a convencer a la sociedad de que es más libre cuanto más siga sus deseos.

Hace algo más de un mes, presencié unas jornadas en las que dos conocidos filósofos repetían incesantemente la palabra “razón” en un eterno canto a lo supremo de la existencia humana. En ningún momento se habló de sabiduría, ni siquiera de inteligencia. Este es el problema de la filosofía posmoderna: ha renunciado a la verdad, y por tanto ha traicionado su propia esencia. No es heredera de ninguna tradición filosófica, porque actualmente se filosofa por afán de poder, cuando no simplemente por ejercer una profesión. Pero, ¿qué ha sido del abismo de la realidad que asustaba al mismo Platón al asomarse a las profundidades del ser? La renuncia a la Metafísica es un síntoma más que evidente de la renuncia a la reina del conocimiento filosófico. Sin Metafísica, ¿qué filosofía nos queda? Solo levanta interés lo que se refiera al modo pragmático de ordenar la sociedad, para evitar evidentes indeseables como la violencia o el delito. Equivocaron sus cuidados, como el que pretendía que la planta creciera cuidando sus hojas, sin alimentar su raíz. Citan los clásicos, a conveniencia, pero no se los creen, ni sus metas, ni su espíritu. Secuestran el lenguaje filosófico y lo retuercen, lo amputan y experimentan con espíritu del médico nazi que poco respeto siente por el lenguaje y la realidad.

Parece que la Filosofía surgió, para algunos, en la época de las luces. Como si las luces no tuvieran sombras. Las luces que destronaron a Notre Dame en París, que hicieron un dios laico a la medida y bajo el dominio del hombre. Antes de ello, la oscuridad, la falta de “racionalidad”, como si la Edad Media hubiera sido un paréntesis entre dos épocas luminosas de la Humanidad, la clásica y la lumínica (luciferina, quizás deberíamos llamarla). ¿De qué fuentes bebieron todos los ilustrados? ¿Quién permitió la transmisión del saber clásico sino el monje estudioso, la Universidad creada por la Iglesia, por entonces, llamado solamente cristiana? Hablan de luz los hijos intelectuales de una tropelía sangrienta revolucionaria, que no supo variar el rumbo de la Historia sino asesinando a sus oponentes, para después afirmar que todos tienen derecho a la vida. La Ilustración fue un movimiento burgués que propugnó como medio de adquisición del poder la violencia más extrema que en el momento era posible. Revestido, eso sí, de la inmaculada declaración de derechos, tras haberlos aplastados: ¿cuál no se violó para crear ese nuevo orden?

La decadencia del orden creado a partir de la segunda guerra mundial, experiencia traumáticamente única, que podía haber hecho cambiar el rumbo de la decadencia filosófica y moral de Europa, parece no haber sido suficiente. Y si tal experiencia no lo fue, difícil es pensar en otra de mayor entidad.

El ahondamiento y el cultivo de la experiencia aniquiladora es satánicamente atractiva para una parte menor pero no desdeñable de la sociedad, y desafortunadamente, cuenta con los recursos para estar presente en el poder y las instituciones.

Solamente recuperando la filosofía auténtica, el saber clásico que creía en la sabiduría y amaba la verdad, puede permitir rectificar una trayectoria social que encierra en su modo de proceder el principio de su fin.

martes, 24 de abril de 2007

A propósito del ciudadano simio

Resulta simiesca la idea de reconocer derechos a los simios, y creo que quien mantenga razonablemente íntegro su sentido común apenas exigirá argumentación para ofrecer su negativa a tal absurdez. Por ello, más que razonar en contra, y ya que me dirijo a un público que conserva su racionalidad, me limitaré a exponer mi reflexión sobre el presumible estado mental del creador de tan mentecata idea y las posibles razones de su extravagancia. Porque solo una mente cautiva de una supina ceguera –o, aún peor, de una irrefrenable malevolencia- puede originar tal estulticia.

Claro está que en un contexto en el que el Estado ofrece como único alimento intelectual a sus ciudadanos las verdulerías de espectáculos teledirigidos –nos han convertido en vegetarianos mentales-, y el palo o el ostracismo a quien busca la verdad con honradez, no resulta inexplicable el surgimiento del amateur del disparate. Lo peor del caso es que, además de comenzar a profesionalizarse la actividad, ésta se realiza... ¡sin pretensión jocosa! Los profesionales de la risa deberían demandar a tales indeseables por desnaturalizar su loable servicio al bienestar mental de todos nosotros.

Al tiempo que nos recrean la vista con el espectáculo, se complementa la representación teatral con un mantra democrático de fondo, repetido hasta 33 veces: tolerancia y libertad, progreso e igualdad; tolerancia y libertad, progreso e igualdad...Una y otra vez, como viejas desdentadas, repiten sin creérselo estas palabras, autogestionándose e hipnotizando a la masa que simplemente no es ya capaz de discernir las manipulaciones que el hipnotizador de turno opera sobre ella.

¿Es de extrañar, entonces, que surjan ideas tan peregrinas como la mencionada? En absoluto. Cuando en tierra ignorante cae la semilla de la estupidez, ésta puede sin duda florecer. Si regamos la ignorancia con un buen caudal de sensibilidad, se desarrollará la planta interior del “¿por qué no?”, que más de un ciudadano cobijará al escuchar la turbia propuesta infrahumana. Sin referentes culturales firmes, no toda mente, dejada como botella en el océano, llega a buen fin en la búsqueda de la verdad. Demasiados tiburones en el entorno, demasiado sol sin coca cola que espante las calorías.

Y entre la carcajada y la indignación, me pregunto cuál será la respuesta humana más apropiada. Como no puede tomarse en serio, simplemente el desencaje mandibular. Pero tras ello, recuperada la conciencia, amanece la indignación al comprobar que los mismos que la sostienen son los que “científicamente” niegan la condición de personas a los niños no nacidos y sus derechos correspondientes. O sea, poco más que un paquete de células humanas vivas -al menos de momento, no se atreven a negar que son humanas-.

Los perjeñadores de tal mala bromita deberían disculparse ante la sociedad española, que de una vez por todas, dice ¡basta ya! a lo que es una provocación a nuestras inteligencias. Porque tengo la convicción de que este juego malabar y otros organizados por algunos altos decisores del Estado –dentro y detrás de él-, buscan el entretenimientos y distracciones para permitir el “descanso” de nuestras mentes –tan ocupadas en ingeniárselas para poder pagar la hipoteca , cuidar a nuestros mayores, suplir las carencias formativas de nuestros hijos, o crear espacios de libertad educativa real-, al tiempo que nos liberan de decidir sobre el modelo social y vital que queremos para nosotros y nuestro hijos. Tanto altruismo no puede ser bueno. Incluso las sobredosis de agua pasan factura.

Esos cualificados decisores, iluminados e iniciados en saberes a los que el resto de bípedos parece que no tenemos acceso, pretenden la perpetua paz del ignorante feliz. Está claro que nuestros tutores mentales no aguantan nuestra emancipación (de ellos, claro está). Continúan hablando del pasado, de las luces –nunca de las sombras- de épocas revolucionarias, de la necesidad de avanzar, aunque el abismo sea lo que tengamos enfrente y nos dirijamos al suicidio social colectivo.

No es por azar que tales iluminados hayan comenzado desmontando –o más finamente, deconstruyendo- España, como realidad histórica y proyecto común. No existe Isabel la Católica –sí Carlos III-, y mucho menos la Reconquista –¡menudo atentado contra la alianza de civilizaciones!-, Los conquistadores se encontraron con una civilización tan avanzada que las Universidades que se fundaron en la América española sobraban –las primeras, la de San Marcos de Lima y la de Santo Tomás de Santo Domingo.- En fin, que mal que pese a quien bostece, España no se entiende sin la religión, pero no cualquier religión, sino la más molesta y carca de todas las existentes, a saber, la que mantiene una institución pétrea y corrupta, dominada por el formalismo y las apariencias: efectivamente, la religión católica, con su Papa a la cabeza -se desea el olvido de las Cáritas, misioneros, monjas, seglares, fieles volcados en el cuidado de los más débiles, y los desechados por todos; a cientos de miles habría que contar-. Pero eso es el pasado...el futuro puede ser otro: desmembrar España es diluir el poder de su Historia en su futuro, de modo que, reducir la unidad a 17 partes es más que tentador para quien quiera dominar el conjunto. Cortada España en juliana, la receta pide calentar las partes por separado, hasta que surja un mousse cremoso y suave, fácilmente manipulable.

Para quien quiera oír y tener criterio propio le propongo reflexionar sobre esta tesis: la ruptura y disolución de la nación español pasa por la reforma constitucional de facto que genera 17 mini-entidades, en las que resultaría más fácil romper la vinculación cultural e histórica del catolicismo con sus ciudadanos y conquistar el terreno ideológico dejado por el vacío religioso. Este es el medio elegido por los decisores iluminados que optan por someter a la ciudadanía y modelar sus ideas y creencias –a su imagen y semejanza-, despojándoles de hecho de toda libertad de pensamiento, conciencia y religión que no sea la que ellos impongan. Como el filonazi Henry Ford, del que se cuenta que ante la pregunta sobre el color del coche que sus clientes podían elegir, respondía con: “el que ellos deseen, mientras sea negro”. Así de negro es un posible futuro ideológico monopolístico, más cercano al descrito por Huxley que al propuesto por Cristo. Pensamiento único –el suyo-, y el resto, mejor que no piense, que no exista –o buscar su olvido social, como si no existiera-.
Quien piense que se trata de especulaciones, que vea el camino seguido en el estatuto catalán, la madre de todos los estatutos –mater semper certa est-. Sin minimizar la importancia que tiene el debate sobre el uso del término nación en el mismo, lo cierto es que no menos importante –a mi juicio más definitivo sobre la conciencia de sus destinatarios- es el contenido relativo a los derechos de los ciudadanos y las potestades del poder público, del que apenas se habla en los medios. Prestidigitación: atraer la atención donde no está la verdadera acción que dejaría en evidencia el juego falso.

La idea simiesca no es, desgraciadamente así lo creo, una mera grotesca estupidez o extravagancia, sino, más bien, otro un nuevo juego de prestidigitación. Mientras nuestros ojos y mentes son atraídas por estas estupideces, nos están metiendo la mano en el alma, sin que nos demos cuenta.

lunes, 23 de abril de 2007

Educación para la ciudadanía (EpC)

No suena mal, la verdad, que en una sociedad con tantos problemas de rendimiento escolar, de excesos cerveceros, botellones y pastis coloradas, el gobierno piense que hay que educar a los chicos para que sean buenos ciudadanos. Las mentes gubernamentales han diseñado varias asignaturas de obligada implantación en primaria y secundaria, todas ellas evaluables, que van a ir incorporándose a los planes de estudio autonómicos progresivamente. Pero, ¿qué hay detrás del seductor nombre que engloba dichas disciplinas? Si leemos las directrices básicas y el desarrollo que autonomías como Andalucía están dando a aquéllas, creo que podemos tirarnos del pelo, de la lengua, o de cualquier otra parte menos púdica, al comprobar que quieren adoctrinar a nuestros infantes y adolescentes. Sí, adoctrinar. Y tal riesgo no es un análisis ideológico porque tal riesgo ha sido detectado por el Dictamen del Consejo de Estado.

A pesar del nombre, los contenidos son meridianos: se trata de una ideología concreta, que renueva postulados neomarxistas, los agita con jugos freudianos, dándoles un cierto y sabroso toque relativista. No hablan de la verdad, el bien, la justicia y de su carácter universal, sino de que, justamente, cual Pilatos, ante tales realidades solamente cabría preguntar: pero...¿qué es la verdad?

En definitiva, palabras aceptables y contenidos inaceptables: contenidos de apariencia bondadosa y positiva que esconden una moral relativista, una negación de la existencia de la verdad y el bien. Es un canto a la omnipotencia moral del niño o joven, a los que se les inculca un modo de entender la realidad donde Dios parece no tener hueco. Decía Francis Bacon, que un poco de Filosofía inclina la mente del hombre al ateísmo, pero profundizar en ella conduce a la religión. Un poco de –mala y facilona- filosofía que obedece al llamado “pensamiento débil” de la postmodernidad, es el alimento espiritual que quieren forzosamente dar de comer a nuestros niños y adolescentes mediante dichas asignaturas. Claro que el valor del esfuerzo y de la adquisición de las virtudes puede llegar a ser impopular: pan y circo han sido siempre una buena fórmula para el populacho. Pero, ¿y después? No parecen pensar nuestros actuales gobernantes en el futuro personal, familiar y profesional de estos menores que van a ser víctimas de los arrebatos jacobinos de ZP. Solamente les interesa el poder a cualquier precio, aunque ello vaya en detrimento de la ciudadanía.

La coartada europea es fácil recurso que, parece, deja sin argumentos a los oponentes a la EpC. Pero si examinamos el documento de la Comisión Europea sobre la situación en los países comunitarios de dicha asignatura, sacaremos una clarísima conclusión: no existe un modelo único, ni en contenidos, ni en método, ni en sistema de valoración, ni en los materiales, ni en la duración, de la llamada EpC. El documento está disponible en español:

http://www.eurydice.org/portal/page/portal/Eurydice/showPresentation?pubid=055EN

La EpC no es la solución ni en el fondo ni en la forma. Constituye, además, una indudable vulneración del derecho de los padres a la educación de sus hijos y el deber de neutralidad del Estado (arts. 27.3 y 16.3 de la Constitución española) ya que impone una concreta moral de Estado, usurpa la exclusiva competencia de los padres en la educación moral de sus hijos y crea futuros ciudadanos fácilmente manipulables, al introducir la suprema autonomía moral de los hijos menores respecto de los padres.

Ante tales atropellos, y a la vista de la falta de diálogo ministerial, solamente están dejando una salida a las personas honradas, conscientes de sus derechos: la objeción de conciencia de padres, alumnos menores con madurez suficiente, centros educativos, y en el caso de los profesores, la invocación de su libertad de cátedra. Seguirán estando dentro de la legalidad, y al mismo tiempo, dejarán en evidencia la ilegalidad suprema de la conducta impositiva de un gobierno dispuesto a romper la Constitución, el consenso social y la familia.

La Constitución de 1978 como obstáculo: programa de un sabotaje

No todo cambio sustancial es revolucionario. Revolución es discontinuidad, ruptura, fractura violenta (y en ocasiones también cruenta). La transición española y su fruto primordial, la Constitución de 1978, no fue, en tal sentido, una revolución, a diferencia de la Constitución de 1931, que supuso la plasmación jurídica de una violenta ruptura institucional, que poco tiempo después llegaría a ser cruenta.

Cierto socialismo iluminado español –en connivencia con nacionalismos radicales- ha demostrado recientemente un inusitado y llamativo desprecio por la Constitución de 1978, de intensidad similar al entusiasmo desbordante, del que existe constancia, que le embargó tras la aprobación de la Constitución republicana. Surge casi inmediatamente la pregunta de cómo es posible tanto interés en la defensa de una Constitución –la del 31, de la que solo se mencionan sus bondades, sin apenas hablar de sus tropelías jurídicas atentatorias de las libertades más primarias- y tanto desdén por uno de los mayores logros sociales de la reciente Historia de la convivencia en España, la Constitución de 1978.

A mi juicio, no es, desde luego, el carácter monárquico de nuestro actual sistema político –algo menor para dichos iluminados, y en todo caso, tolerable mientras el monarca no se oponga a sus pretensiones- y su confesada simpatía por la república. Tampoco hemos de buscar el motivo en el modelo de distribución del poder, especialmente entre la Administración General y la autonómica, que ha buscado un cierto reconocimiento de las diversidades en el ámbito político. El sabotaje de la Constitución del 78 desde el propio gobierno coincide, en sus motivaciones, con el intento de revolución institucional que supuso la instauración de la Constitución republicana. En 1931 lo verdaderamente revolucionario, más que la instauración del sistema republicano, fue el establecimiento de un sistema que permitía al nuevo Estado laico recuperar el control de las conciencias, aplastando la enseñanza católica (prohibición constitucional de los jesuitas, y abrogación de la libertad de enseñanza del resto de órdenes religiosas), y en general, la presencia pública de la religión. En definitiva, apropiarse indebidamente del espacio público para instruir a los españoles con una nueva doctrina que tan buenos resultados había ya dado en otros países para su total sometimiento al sistema, eso sí, bajo el eslogan democrático y la bandera de la libertad. El resultado de tal intento de arrinconamiento de la Iglesia y de sus fieles –por otro lado, una mayoría social- y la pretensión de imposición violenta de su doctrina dio lugar a una interminable lista de arbitrariedades, desmanes e injusticias, extirpadas prácticamente de la conciencia histórica de los españoles.

La Constitución del 78 cristalizó el reconocimiento de los derechos de todos –personas físicas y jurídicas- en condiciones de igualdad, con independencia de su religión, al mismo tiempo que reconoció la importancia social e histórica de la Iglesia Católica –especialmente respecto de otras minoritarias-. Tal expresión de una realidad social indudable –que aún se mantiene a pesar de la propaganda en contrario- elevada a norma jurídica básica es sustancialmente contraria al programa revolucionario del socialismo iluminado. Plantearse un salto hacia delante en la construcción del nuevo paraíso mediante la reforma constitucional resultaba imposible: difícilmente la mayoría de los españoles mostrarían su acuerdo para tal proyecto. Si el Derecho no es posible, acudamos al hecho consumado. Hay que reconocer que su audacia para apelar al hecho consumado como método de ruptura e imposición no tiene límites. Me pregunto, eso sí, con qué apoyos fácticos contarán para atreverse a sabotear nuestra norma básica. Nuestro sistema da la palabra última en la materia al Tribunal Constitucional, y sinceramente, a la vista de los hechos, flaquea cada vez más mi esperanza de que sea dicha institución la que frene el sabotaje constitucional ejecutado por el gobierno.

La verdadera revolución contemporánea tiene su sede en la conciencia de las personas, tesoro del que ávidamente quieren apoderarse ismos y sectas. La política revolucionaria no tiene como pretensión última una nueva distribución del poder político entre el Estado y las autonomías. Este es el primer paso para la instauración de miniestados en que los ciudadanos sean más fácilmente sometibles a los dictados del programa totalitario. Y a los que no se dejen siempre se les permitirá el exilio, y si osan permanecer, su ridiculización pública, cuando no el mero ostracismo.

domingo, 22 de abril de 2007

Dialéctica de la aniquilación

Es frecuente que el gobernante incapaz intente apartar los ojos de los ciudadanos del fracaso de sus políticas, y apunte con dedo arrogante al enemigo, logrando de esta forma desviar iras y malestares, y salvar temporalmente su pellejo.

La izquierda española, por obra de sus actuales cabecillas, no parece haberse emancipado definitivamente del marxismo antihistórico, cuya dialéctica de aniquilación del enemigo político quiere imponerse, con la inestimable ayuda de grupos mediáticos y cerebros congestionados de revanchismo, poco sospechosos de imparcialidad.

Es signo de decadencia política –y moral- que en democracia el gobernante anatemice al disidente o rival. Pero es un error craso e histórico poner todo el afán en la expulsión del sistema del partido que permite el mantenimiento del sistema mismo.

El partido gobernante parece desear el sistema de partido único. En algo parecen haber abandonado el marxismo: en el uso de la violencia para acceder al poder y mantenerlo… ¿o quizás tampoco? Alguna voluntaria fusilera ya ha desvelado sus oscuros deseos, quizás compartidos por otros titiriteros, amateurs de las rosas blancas y algunos mentecatos abonados a la subvención.