martes, 24 de abril de 2007

A propósito del ciudadano simio

Resulta simiesca la idea de reconocer derechos a los simios, y creo que quien mantenga razonablemente íntegro su sentido común apenas exigirá argumentación para ofrecer su negativa a tal absurdez. Por ello, más que razonar en contra, y ya que me dirijo a un público que conserva su racionalidad, me limitaré a exponer mi reflexión sobre el presumible estado mental del creador de tan mentecata idea y las posibles razones de su extravagancia. Porque solo una mente cautiva de una supina ceguera –o, aún peor, de una irrefrenable malevolencia- puede originar tal estulticia.

Claro está que en un contexto en el que el Estado ofrece como único alimento intelectual a sus ciudadanos las verdulerías de espectáculos teledirigidos –nos han convertido en vegetarianos mentales-, y el palo o el ostracismo a quien busca la verdad con honradez, no resulta inexplicable el surgimiento del amateur del disparate. Lo peor del caso es que, además de comenzar a profesionalizarse la actividad, ésta se realiza... ¡sin pretensión jocosa! Los profesionales de la risa deberían demandar a tales indeseables por desnaturalizar su loable servicio al bienestar mental de todos nosotros.

Al tiempo que nos recrean la vista con el espectáculo, se complementa la representación teatral con un mantra democrático de fondo, repetido hasta 33 veces: tolerancia y libertad, progreso e igualdad; tolerancia y libertad, progreso e igualdad...Una y otra vez, como viejas desdentadas, repiten sin creérselo estas palabras, autogestionándose e hipnotizando a la masa que simplemente no es ya capaz de discernir las manipulaciones que el hipnotizador de turno opera sobre ella.

¿Es de extrañar, entonces, que surjan ideas tan peregrinas como la mencionada? En absoluto. Cuando en tierra ignorante cae la semilla de la estupidez, ésta puede sin duda florecer. Si regamos la ignorancia con un buen caudal de sensibilidad, se desarrollará la planta interior del “¿por qué no?”, que más de un ciudadano cobijará al escuchar la turbia propuesta infrahumana. Sin referentes culturales firmes, no toda mente, dejada como botella en el océano, llega a buen fin en la búsqueda de la verdad. Demasiados tiburones en el entorno, demasiado sol sin coca cola que espante las calorías.

Y entre la carcajada y la indignación, me pregunto cuál será la respuesta humana más apropiada. Como no puede tomarse en serio, simplemente el desencaje mandibular. Pero tras ello, recuperada la conciencia, amanece la indignación al comprobar que los mismos que la sostienen son los que “científicamente” niegan la condición de personas a los niños no nacidos y sus derechos correspondientes. O sea, poco más que un paquete de células humanas vivas -al menos de momento, no se atreven a negar que son humanas-.

Los perjeñadores de tal mala bromita deberían disculparse ante la sociedad española, que de una vez por todas, dice ¡basta ya! a lo que es una provocación a nuestras inteligencias. Porque tengo la convicción de que este juego malabar y otros organizados por algunos altos decisores del Estado –dentro y detrás de él-, buscan el entretenimientos y distracciones para permitir el “descanso” de nuestras mentes –tan ocupadas en ingeniárselas para poder pagar la hipoteca , cuidar a nuestros mayores, suplir las carencias formativas de nuestros hijos, o crear espacios de libertad educativa real-, al tiempo que nos liberan de decidir sobre el modelo social y vital que queremos para nosotros y nuestro hijos. Tanto altruismo no puede ser bueno. Incluso las sobredosis de agua pasan factura.

Esos cualificados decisores, iluminados e iniciados en saberes a los que el resto de bípedos parece que no tenemos acceso, pretenden la perpetua paz del ignorante feliz. Está claro que nuestros tutores mentales no aguantan nuestra emancipación (de ellos, claro está). Continúan hablando del pasado, de las luces –nunca de las sombras- de épocas revolucionarias, de la necesidad de avanzar, aunque el abismo sea lo que tengamos enfrente y nos dirijamos al suicidio social colectivo.

No es por azar que tales iluminados hayan comenzado desmontando –o más finamente, deconstruyendo- España, como realidad histórica y proyecto común. No existe Isabel la Católica –sí Carlos III-, y mucho menos la Reconquista –¡menudo atentado contra la alianza de civilizaciones!-, Los conquistadores se encontraron con una civilización tan avanzada que las Universidades que se fundaron en la América española sobraban –las primeras, la de San Marcos de Lima y la de Santo Tomás de Santo Domingo.- En fin, que mal que pese a quien bostece, España no se entiende sin la religión, pero no cualquier religión, sino la más molesta y carca de todas las existentes, a saber, la que mantiene una institución pétrea y corrupta, dominada por el formalismo y las apariencias: efectivamente, la religión católica, con su Papa a la cabeza -se desea el olvido de las Cáritas, misioneros, monjas, seglares, fieles volcados en el cuidado de los más débiles, y los desechados por todos; a cientos de miles habría que contar-. Pero eso es el pasado...el futuro puede ser otro: desmembrar España es diluir el poder de su Historia en su futuro, de modo que, reducir la unidad a 17 partes es más que tentador para quien quiera dominar el conjunto. Cortada España en juliana, la receta pide calentar las partes por separado, hasta que surja un mousse cremoso y suave, fácilmente manipulable.

Para quien quiera oír y tener criterio propio le propongo reflexionar sobre esta tesis: la ruptura y disolución de la nación español pasa por la reforma constitucional de facto que genera 17 mini-entidades, en las que resultaría más fácil romper la vinculación cultural e histórica del catolicismo con sus ciudadanos y conquistar el terreno ideológico dejado por el vacío religioso. Este es el medio elegido por los decisores iluminados que optan por someter a la ciudadanía y modelar sus ideas y creencias –a su imagen y semejanza-, despojándoles de hecho de toda libertad de pensamiento, conciencia y religión que no sea la que ellos impongan. Como el filonazi Henry Ford, del que se cuenta que ante la pregunta sobre el color del coche que sus clientes podían elegir, respondía con: “el que ellos deseen, mientras sea negro”. Así de negro es un posible futuro ideológico monopolístico, más cercano al descrito por Huxley que al propuesto por Cristo. Pensamiento único –el suyo-, y el resto, mejor que no piense, que no exista –o buscar su olvido social, como si no existiera-.
Quien piense que se trata de especulaciones, que vea el camino seguido en el estatuto catalán, la madre de todos los estatutos –mater semper certa est-. Sin minimizar la importancia que tiene el debate sobre el uso del término nación en el mismo, lo cierto es que no menos importante –a mi juicio más definitivo sobre la conciencia de sus destinatarios- es el contenido relativo a los derechos de los ciudadanos y las potestades del poder público, del que apenas se habla en los medios. Prestidigitación: atraer la atención donde no está la verdadera acción que dejaría en evidencia el juego falso.

La idea simiesca no es, desgraciadamente así lo creo, una mera grotesca estupidez o extravagancia, sino, más bien, otro un nuevo juego de prestidigitación. Mientras nuestros ojos y mentes son atraídas por estas estupideces, nos están metiendo la mano en el alma, sin que nos demos cuenta.

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