lunes, 23 de abril de 2007

Educación para la ciudadanía (EpC)

No suena mal, la verdad, que en una sociedad con tantos problemas de rendimiento escolar, de excesos cerveceros, botellones y pastis coloradas, el gobierno piense que hay que educar a los chicos para que sean buenos ciudadanos. Las mentes gubernamentales han diseñado varias asignaturas de obligada implantación en primaria y secundaria, todas ellas evaluables, que van a ir incorporándose a los planes de estudio autonómicos progresivamente. Pero, ¿qué hay detrás del seductor nombre que engloba dichas disciplinas? Si leemos las directrices básicas y el desarrollo que autonomías como Andalucía están dando a aquéllas, creo que podemos tirarnos del pelo, de la lengua, o de cualquier otra parte menos púdica, al comprobar que quieren adoctrinar a nuestros infantes y adolescentes. Sí, adoctrinar. Y tal riesgo no es un análisis ideológico porque tal riesgo ha sido detectado por el Dictamen del Consejo de Estado.

A pesar del nombre, los contenidos son meridianos: se trata de una ideología concreta, que renueva postulados neomarxistas, los agita con jugos freudianos, dándoles un cierto y sabroso toque relativista. No hablan de la verdad, el bien, la justicia y de su carácter universal, sino de que, justamente, cual Pilatos, ante tales realidades solamente cabría preguntar: pero...¿qué es la verdad?

En definitiva, palabras aceptables y contenidos inaceptables: contenidos de apariencia bondadosa y positiva que esconden una moral relativista, una negación de la existencia de la verdad y el bien. Es un canto a la omnipotencia moral del niño o joven, a los que se les inculca un modo de entender la realidad donde Dios parece no tener hueco. Decía Francis Bacon, que un poco de Filosofía inclina la mente del hombre al ateísmo, pero profundizar en ella conduce a la religión. Un poco de –mala y facilona- filosofía que obedece al llamado “pensamiento débil” de la postmodernidad, es el alimento espiritual que quieren forzosamente dar de comer a nuestros niños y adolescentes mediante dichas asignaturas. Claro que el valor del esfuerzo y de la adquisición de las virtudes puede llegar a ser impopular: pan y circo han sido siempre una buena fórmula para el populacho. Pero, ¿y después? No parecen pensar nuestros actuales gobernantes en el futuro personal, familiar y profesional de estos menores que van a ser víctimas de los arrebatos jacobinos de ZP. Solamente les interesa el poder a cualquier precio, aunque ello vaya en detrimento de la ciudadanía.

La coartada europea es fácil recurso que, parece, deja sin argumentos a los oponentes a la EpC. Pero si examinamos el documento de la Comisión Europea sobre la situación en los países comunitarios de dicha asignatura, sacaremos una clarísima conclusión: no existe un modelo único, ni en contenidos, ni en método, ni en sistema de valoración, ni en los materiales, ni en la duración, de la llamada EpC. El documento está disponible en español:

http://www.eurydice.org/portal/page/portal/Eurydice/showPresentation?pubid=055EN

La EpC no es la solución ni en el fondo ni en la forma. Constituye, además, una indudable vulneración del derecho de los padres a la educación de sus hijos y el deber de neutralidad del Estado (arts. 27.3 y 16.3 de la Constitución española) ya que impone una concreta moral de Estado, usurpa la exclusiva competencia de los padres en la educación moral de sus hijos y crea futuros ciudadanos fácilmente manipulables, al introducir la suprema autonomía moral de los hijos menores respecto de los padres.

Ante tales atropellos, y a la vista de la falta de diálogo ministerial, solamente están dejando una salida a las personas honradas, conscientes de sus derechos: la objeción de conciencia de padres, alumnos menores con madurez suficiente, centros educativos, y en el caso de los profesores, la invocación de su libertad de cátedra. Seguirán estando dentro de la legalidad, y al mismo tiempo, dejarán en evidencia la ilegalidad suprema de la conducta impositiva de un gobierno dispuesto a romper la Constitución, el consenso social y la familia.

No hay comentarios: